Un lugar de excepción realmente. Fuera del tiempo, celebrando el rico patrimonio cultural e arquitectónico de Panamá. Cabe destacar la atención por los detalles en la restauración. Vamos a lo esencial: la comida. A pesar de unos detalles me encantó la experiencia. Un ceviche de corvina delicioso y croquetas de seren con langosta. Perfecto. El medallón de mero quedó perfectamente cocido y sazonado. El servicio muy atento y servicial a pesar de unos errores de juventud, diría yo, que fueron compensados por gestos comerciales bienvenidos. Decepcionado por el postre Tatín de piña. La Tatín tiene una masa de hojaldre rico en mantequilla que tiene una estructura alveolada ligera y crujir. Nada de eso en mi caso. Fue una falta de trabajo de la masa o un problema de temperatura en el horno pero el resultado no estuvo a la altura de la experiencia global. Visiten los diferentes niveles de la casa , son un encanto. Y la terraza con su vista espectacular merece una foto que Villa Ana le manda por mail, ya que su celular está en una fundita. Otra joya en el casco
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